Al igual que Shakespeare, quien basaba sus obras literarias en sucesos de la vida real de la edad media, a Stendhal en su época tampoco le preocupó ser muy original, pues si por algo se caracterizaron las suyas fue por tener argumentos recogidos también de las crónicas.
En ambos autores, independientemente de sus valores literarios, la invención escaseaba, y en el caso específico de Stendhal, los estudiosos de su obra encontraron que en las primeras de su autoría, este escritor tan importante del siglo XVIII, plagió a otros autores. Se cita, por ejemplo, el título Vidas de Haydn, Mozart y Metastasio como prueba de ello.
La visión que Stendhal tenía de la literatura era realista, de ahí que sus obras capitales transmitieran cierta obsesión por ser claras y objetivas, y que el autor demostrara a través de éstas un amplio conocimiento del ser humano, influido, muy seguramente, por ese interés que el siglo XVIII le otorgó al hombre y a la conquista de sus libertades.
Crónicas italianas fue la reproducción que Stendhal hizo con su estilo de unos manuscritos del siglo XVI y XVIII, en los que se relataban crímenes y vivencias apasionantes. De este trabajo nace La cartuja de Parma (1839), novela que no posee un argumento original del autor, pero su trama e intriga son genialmente transformados por su pluma providencial, hasta el punto de que Stendhal le da vida a un héroe que perdura en el recuerdo del lector por su valentía, su energía, y por su vocación de hombre feliz.
En el año de 1827, La Gaceta de los Tribunales reseña el proceso de un hombre acusado de homicidio. El hecho ocurrió en plena misa y la víctima de los disparos mortales fue la madre de unos niños de quienes el homicida, un ex seminarista, fue profesor. El nombre del protagonista del caso de la vida real era Berthet, que en Rojo y negro se convierte en Julian Sorel, un hombre más humano y menos estereotipado que el quedó registrado en la crónica judicial, transformado por obra y gracia de Stendhal en un personaje que obligatoriamente hay que citar cuando se habla de de los mejores de cuantos han poblado las páginas de la literatura universal.
El personaje Julian Sorel de Stendhal no se quedó con las características negativas que rotundamente le atribuyó a Berthet La Gaceta de los Tribunales, porque el autor quiso conocer qué más había tras él, hurgar en su psicología y en las motivaciones recónditas que intervinieron en la consumación de su crimen.
Stendhal situó a Julian Sorel en un momento histórico en el que los hombres de clases inferiores en Francia sólo podían ascender socialmente si ingresaban al clero, lo que al parecer fue el caso del personaje que inspiró la crónica novelada del autor. Así quedá consignado en Rojo y negro: "No tardó en anunciar su propósito de hacerse sacerdote, y a partir de aquel instante, se le vio a todas horas en la serrería de su padre entregado al estudio de una Biblia en latín que le prestó el párroco. En presencia de éste, Julián no mostraba más que sentimientos piadosos. ¿Quién habría sido capaz de sospechar que aquella carita de niña, tan pálida y tan dulce, era mascarilla encubridora de la resolución inquebrantable de conquistar fortuna y gloria, aun cuando en la empresa arriesgara mil veces la vida?".
Stendhal fue el pseudónimo de Henri Beyle, nacido en Grenoble, Francia, el 23 de enero del año de 1783. A la muerte de su madre, siendo muy pequeño, su crianza quedó en manos de su padre y una tía. Su primer empleo fue en el Ministerio de Guerra durante el gobierno de Napoleón. Antes de dedicarse por completo a la literatura se desempeñó en variadas actividades burocráticas, llegando a ocupar el alto cargo de de Auditor del Consejo de Estado. Estuvo en varias líneas de batallas sirviendo al ejército francés, y adoptó a Milán como su ciudad amada cuando voluntariamente salió de Francia para radicarse en Italia, en momentos en que Napoleón caía.
Armancia fue el título de la primera novela de Stendhal. Como ocurre con frecuencia con grandes autores, ésta pasó desapercibida y la crítica la recibió con total indiferencia. Tanto fue el apego por la crónica que su libro Paseos por Roma puede considerarse una crónica turística que orientaba a los visitantes sobre los sitios turísticos destacados de esta ciudad. A pesar de que este trabajo fue concebido con intenciones comerciales él le dio un sello inspirado en sus vivencias, con un estilo ten depurado que ha sido considerado una de las mejores guías de viaje que se haya escrito. Transcribimos el siguiente fragmento: "Si los papas no hubieran vuelto de Aviñón, si la Roma del clero no hubiera sido construida a expensas de la Roma antigua, tendríamos muchos más monumentos de los romanos; pero la religión cristiana no hubiera hecho una alianza tan íntima con la belleza; no veríamos hoy ni San Pedro, ni tantas iglesias magníficas extendidas por toda la tierra: San Pablo de Londres, Santa Genoveva, etc. Nosotros mismos, hijos de cristianos, seríamos menos sensibles a la belleza. Acaso a los seis años habéis oído hablar con admiración de San Pedro de Roma".
Otras obras de Stendhal fueron: Historia de la pintura en Italia (1817), Roma, Nápoles y Florencia en 1817 (1817), Sobre el amor (1822), Crónicas italianas (1839). Vanina Vanini hacía parte de las anteriores crónicas y fue el primer relato que escribió.
Para Stendhal la novela debía ser "Un espejo que se pasea a lo largo de un camino. Unas veces refleja a vuestros ojos el azul del cielo, otras el fango de los lodazales." Por estas palabras no es difícil suponer que su creatividad se desbordaba cuando encontraba argumentos de la realidad que lo invitaban a plasmarlos en relatos novelados.
Stendhal murió en Paris el 22 de marzo de 1842, siendo muy poco conocido como escritor, pues como otros tantos autores de gran valía, su talento solo fue reconocido en los siglos venideros.
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