domingo, 12 de septiembre de 2010

Antón Chéjov

Además de haber vivido ambos en el siglo XIX, Guy de Maupassant y Antón Chéjov comparten el honor de ser considerados por la crítica literaria como los dos ecritores de cuentos que más influyeron en el futuro de ese género. La obra de los dos es clásica, pero si Guy de Maupassant es el que sienta las bases de un cuento con un planteamiento de un solo tema, un nudo de la trama, y un desenlace que contiene una solución que, por inesperada, sorprende al lector, Antón Chéjov es el artífice de un cuento abierto que no se apoya en el factor sorpresa sino en la presentación de un tema como lo hace la vida en su transcurrir.


Antón Chéjov nació el 29 de enero de 1860 en Taganrog, Rusia. Su padre era tendero en esa ciudad, pero la ruina económica lo llevó a trasladarse a Moscú con la familia, excepto con Antón, quien se quedó estudiando su bachillerato, mientras terminaba de vender los enseres de la casa para enviarles dinero. En 1879 viaja a Moscú y entra a la facultad de medicina. En ese tiempo comenzó a colaborar con revistas de humor, firmando sus textos con los seudónimos de Antosha Chejonté, Ulises, El hermano de mi hermano, etc. Algunos de estos relatos se reunieron en Cuentos de Melpómene (1884), su primer libro publicado, en un segundo titulado Relatos Variopintos (1886). Los personajes de estos cuentos se caracterizaron por pertenecer a la categoría de “Humillados”, tan presentes en los rusos clásicos que antecedieron a Antón Chéjov. Sus camareros y pequeños funcionarios llegan a conocer la indignidad, pero resurgen de los fondos de ésta para transformarse y asumir conductas déspotas. En estos relatos iniciales se destacan El camaleón, La muerte de un funcionario, el suboficial Prishibéev, el gordo y el flaco, etc.

La lectura de los primeros cuentos de Antón Chéjov indujo al escritor ruso Dmitri Grigoróvich a escribirle una carta en la que se destaca el siguiente texto: “Usted está destinado a escribir algunas obras excelentes, realmente valiosas. Cometerá un gran pecado moral si no responde a esas esperanzas. Para ello es preciso respetar en sí un talento que tan pocas veces se concede”.

Entre el ejercicio de la medicina y la vocación literaria Antón Chéjov se inclinó por esta última. El relato largo La estepa, marca sus comienzos en el ámbito de una literatura menos humorística. Su contenido es autobiográfico, y es el relato por el que Antón Chéjov empezó a ser considerado como un exponente de la gran literatura. También Una historia tediosa atrajo el interés de la crítica hacia el joven escritor Chéjov, pero esta vez para acusarlo de no asumir un compromiso social y político a través de la historia de un viejo profesor a quien una ahijada le pide consejo sobre cómo alcanzar la felicidad, y en esa búsqueda para ofrecerle a la joven una respuesta, el hombre que aparentemente lo ha tenido todo se da cuenta de que a su vida le ha faltado sentido. Era cierto que Antón Chéjov era un escritor apolítico, pero esa posición distante y no comprometida le sirvió para ejercer con espíritu libre la narrativa.

A partir de 1890 Antón Chéjov escribió los cuentos mejor logrados por su pluma. A esta etapa pertenece La sala No. 6, cuya acción se desarrolla en un manicomio y tiene a dos personajes como protagonistas. Ellos son un paciente recluido en esa sala, y un médico que es además su confidente en esa reclusión. Muchos opinaron que este cuento es una representación de la Rusia de la época. En esta década, durante su estadía en una hacienda en Mélijovo, vive el periodo más fructífero de su producción literaria. Allí escribe Relato de un hombre desconocido (1892), a los que le seguirán Una casa con mansarda, El hombre enfundado, La grosella espina. Durante esta década los temas chevojianos se centran en la vejez espiritual de sus personajes, y en la idea de que han fracasado. Antón Chéjov no tiene una visión maniquea del hombre a través de la literatura. Para el autor el bien y el mal coexisten en la existencia humana, y por eso sus personajes no los encasilla en los extremos ni los sentencia a ser héroes o villanos.

La dama del perrito es un cuento de Antón Chéjov que merece comentario aparte. En este relato se revelan sus mayores dotes literarias como maestro del cuento. “Corrió la voz de que por el malecón se había visto pasear a un nuevo personaje: La dama del perrito. Dmitrii Dmitrich Gurov, residente en Yalta hacía dos semanas y habituado ya a aquella vida, empezaba también a interesarse por las caras nuevas. Desde el pabellón Verne, en que solía sentarse, veía pasar a una dama joven, de mediana estatura, rubia y tocada con una boina. Tras ella corría un blanco lulú”. Así empieza esta historia que Chéjov construye con minuciosidad, anunciando un romance entre Anna Serguevna, la mujer que pasea su tedio en torno al Mar Negro, acompañada de su perro, y Gouzov, el banquero que se la encuentra. Ambos personajes son casados, y después del primer encuentro amoroso ambos deberán volver a sus respectivos hogares para vivir en lo sucesivo momentos fugaces juntos en los que no faltarán la melancolía, la inquietud, la felicidad, y la zozobra, en una atmósfera de encuentros y desencuentros. Aquí Chéjov demuestra que es un artesano de los sentimientos creando una inolvidable historia de amor adúltero, cómo pocas hay escritas en la historia de la literatura universal.

Antón Chéjov escribió alrededor de doscientos cincuenta cuentos y novelas cortas, pero además fue un gran dramaturgo con obras que ocuparon un puesto de honor en el teatro ruso, antes y después de la revolución bolchevique. Sus piezas teatrales fundamentales son La gaviota (1896), El tío Vania (1898), El jardín de los cerezos (1904), y Tres hermanas.

Antón Chéjov murió prematuramente a la edad de 43 años, en Badenweiler, Alemania, el 15 de julio de 1904, víctima de la tuberculosis.