Un amplio sector de la crítica literaria considera que en el siglo XVIII es que el género de la novela tiene su mayor auge, en Francia, contradiciendo a quienes son unos convencidos de que con el realismo de Stendhal y Balzac es que ésta alcanzó su plenitud. La apreciación de los primeros está basada en la gran productividad que hubo, tanto a principios del siglo XVIII con una primera etapa del romanticismo, y a finales de éste con el denominado naturalismo. La calidad de las obras publicadas le da a ese siglo un lugar de preeminencia frente al siglo XIX.
Una de las obsesiones de la narrativa del siglo XVIII en Francia fue la del uso de los puntos de vista y la aspiración de darle a las ficciones una connotación realista. Es así como encontramos que el narrador en tercera persona o narrador omnisciente le da paso a un narrador en primera persona que en la mayoría de los casos le sirve a los autores para escribir novelas epistolares y novelas de memorias que tienen la ventaja de que se narran desde esa perspectiva subjetiva que le da una indiscutible autenticidad a las historias.
La novela epistolar es a lo largo de todo el siglo XVIII en Francia la más cultivada por un grueso número de autores, y es sobre la que se construye un mercado literario exitoso. Para darle un efecto más realista en algunas de estas novelas sus autores escriben prefacios en los que se hacen pasar por un editor o un compilador del material que supuestamente ha llegado de manera casual a sus manos. Tales son los casos de Las cartas persas (1721) de Montesquieu, y de Las amistades peligrosas (1782), de Choderlos de Laclos. En la primera Montesquieu, desde el punto de vista de dos persas que intercambian cartas, crítica las costumbres y las instituciones francesas. En el prefacio de esta novela da a entender claramente que él no es el autor sino el traductor de esas cartas escritas con sentido humorístico que consiguieron atraer a grandes públicos. En Las amistades peligrosas, Choderlos de Laclos escribe un prefacio del que citamos el siguiente fragmento: "Esta colección, que el público hallará quizá aún demasiado voluminosa, no contiene, sin embargo, sino el más pequeño número de las cartas que componían la totalidad de la correspondencia de que está sacada. Encargado de ponerla en orden por las personas que la habían adquirido, y que sabía yo tenían intención publicarla, no he pedido por recompensa de mi trabajo sino permiso de separar lo que me pareciese inútil, y he cuidado conservar efectivamente sólo aquellas que he considerado necesario para mostrar los caracteres y hacer más comprensibles los sucesos, se agrega a este ligero trabajo el de colocar nuevamente en orden que he conservado -lo que hecho casi siempre siguiendo las fecha- y en fin, algunas notas cortas que, en su mayoría sólo tiende indicar la fuente de algunas citas, o a motivar ciertos cortes que he permitido hacer, se verá toda la parte que he tenido en esta obra. Mi encargo no se extendía a más". Es el recurso que utiliza el autor para hacer más real lo que va a contar.
Además de las dos novelas anteriores, son también novelas epistolares del siglo XVIII en Francia, Las cartas de la marquesa, de Crébillon, hijo; Miss Jenny, de Mme Riccoboni; Cartas peruanas (1747), de Mme Graffigny; El emigrado (1797), de Senac de Meilhan; Las amistades peligrosas (1782), de Choderlos de Laclos.
Un comentario aparte como novela epistolar merece Julia o la nueva Eloisa (1760), de Juan Jacobo Rousseau, que es como un anticipo del Contrato Social, pues en sus páginas el autor denuncia las desigualdades sociales y a la monarquía como factores del deterioro de la familia y de los individuos. La nueva Eloisa fue considerada la más popular de todas las del siglo XVIII, ya que fue leída por casi todo el mundo y era frecuente en quienes la leyeron que usaran en sus propias cartas citas del libro que se habían aprendido de memoria. El argumento de la novela gira en torno al amor clandestino entre el profesor Saint Preux y su alumna Julie, que van consignando en cartas lo que sienten desde el inicio de su relación hasta la conversión religiosa de la protagonista que la obliga a actuar desde los principios de la fe religiosa, acogiéndose a lo que la moral le dicta como deber.
Las novelas de memorias también son escritas en primera persona o como una sola carta extensa, y en ambos casos el "yo" está presente a lo largo del relato, lo que influye en el lector para sentirse testigo de unos hechos con apariencia de reales. Por la técnica que usa, esta novela es considerada antecesora de la novela autobiográfica. Entre las novelas de memorias más populares del siglo XVIII podemos citar: Aventuras de Gil Blas de Santillane, una macronovela que Lesage se dedicó a escribir a lo largo de su vida; La vida de Marianne (1731), de Marivaux; La religiosa (1769), de Diderot; La historia del caballero Des Grieux y de Manon Lescaut (1731), de Abate Prévost.
Vale la pena destacar que en la novela La religiosa, Diderot sienta un precedente como filósofo materialista pues en su afán de demostrar que la ficción es igual a la irrealidad, escribe una novela que intercala una correspondencia real con una ficticia, y el personaje ficticio, encarnado por la religiosa, le escribe una extensa carta a un personaje histórico. Esta novela tiene toda la apariencia de un testimonio basado en las experiencias que se tienen dentro de un convento religioso.
La historia del Caballero Des Grieux y de Manon Lescaut, fue publicada por primera vez en 1731 en La Haya. Su difusión y su éxito fueron enormes, pero debido a las prohibiciones que sufrió en Francia, las posteriores ediciones fueron clandestinas. Esta novela ha inspirado varias operas y varias películas.